miércoles, 5 de septiembre de 2007

Un simple...capítulo 11

Capítulo 11: Confesión
Dedicado a mi fan consejera, por haber dado nombre a Sherim y por muchos otros consejos, siempre acertados.
Victoria se quedó bastante sorprendida, aun así mantuvo la calma. Tenía la boca abierta pero no lograba articular ningún sonido. Era cierto que los recuerdos no habían acabado de revivir sus sentimientos hacia ellos dos, tal vez, habían aprovechado esa circunstancia para confesárselo. Lo podía asumir más fácilmente.
Jack la miraba expectante. Llevaba días imaginando cómo se lo iba a tomar. Tenía pocas esperanzas de que lo comprendiera.
- Vaya. ¿No es algo un poco...raro? – dijo Victoria por fin.
- Sí, la verdad es que sí. – concedió Jack, inmensamente aliviado. Se sentía como un niño esperando una regañina por hacer alguna travesura. Sabía que lo que estaba haciendo no tenía nada de malo, pero por alguna razón se sentía culpable. – Creía que nos lo ibas a echar en cara. – confesó, ya mucho más seguro. Quizá fuera por el roce de la mano de Kirtash entrelazada con la suya en gesto tranquilizador.
- No puedo hacer eso. – dijo Victoria mientras miraba a Kirtash con una ligera sonrisa. – Los sentimientos no siguen normas de ninguna clase.
El shek le correspondió la sonrisa, dándole la razón.
- Pero me gustaría que siguiéramos siendo amigos, Victoria. Como antes. – añadió Jack dispuesto a librarse de todas sus preocupaciones de una vez.
- Me va a costar adaptarme, pero dalo por hecho.
Se fundieron en un cálido abrazo, sellando su promesa.
- También puedes contar conmigo. – intervino Kirtash. – Voy a seguir protegiéndote, aunque no sea por una razón sentimental.
Estuvieron hablando largo y tendido sobre el tema ya que Victoria quería saber cómo había surgido esa relación. Ninguno de los dos puso pegas, tenían la suficiente confianza con ella como para permitir que lo supiera.
Sin embargo, Kirtash decidió dejarles solos al poco rato. Aprovecharía para dar una vuelta a solas, ahora que nadie estaba pendiente de él. Le dio un fugaz beso a Jack a modo de despedida, detalle que no dejó de sorprender a Victoria pero al que tendría que acostumbrarse. Jack y ella siguieron hablando un buen rato como dos buenos amigos.
- Pero, ¿cómo habéis podido enamoraros si os odiáis por instinto?
- Ya no. Es como si la energía del odio se canalizara de forma distinta. No sé explicarlo mejor. Me conformo con disfrutarla, sin preocuparme por entenderla. Pero sé que la gente no lo comprenderá jamás. Si cualquiera se entera...me considerarían un traidor. Tú eres la única que lo sabe, porque te incumbe. – suspiró. – En el fondo teníamos miedo de que se lo contaras a los demás.
- Pero me lo contasteis. – dijo la chica sonriendo.
- Sigues siendo importante en nuestras vidas. Para los dos. Seguramente seas la única en la que podemos confiar. A veces me gustaría poder contárselo a Alexander, pero me temo que terminaría sin novio.
La joven torció ligeramente el gesto.
- Se me hace raro que le llames novio.
Jack se encogió de hombros.
- Me he acostumbrado a llamarle así.
- Pues como se te escape con alguien más delante...
- No nos volverías a ver con vida. – concluyó Jack.
- Seguro que sois los primeros de vuestras razas capaces de rebelaros contra ese destino que parece grabado en vuestra sangre.
- No me he librado de él. Si mato a un shek seguiré disfrutando. Si veo a uno seguiré odiándole. Siempre que no sea Kirtash.
Kirtash paseaba tranquilamente por el patio de la fortaleza observando la construcción de aquellas burdas imitaciones de los dragones. Pero olían igual que los auténticos. Esa era la razón por la que conseguían engañar a los sheks. El estúpido instinto. No era más que una molestia. Aunque era el culpable de que los sentimientos que tenía hacia Jack fueran mucho más intensos de lo normal. Hasta el punto de conseguir que perdiera el control sobre sí mismo. Antes de aquel momento ninguna relación física que hubiera tenido, había conseguido nada semejante, a pesar de haber llegado mucho más lejos que con Jack. Tal vez fuera porque eran mujeres, pero él había olvidado por completo que le atraían los chicos durante mucho tiempo. No, esa no podía ser la causa. Sólo él lo había conseguido. Y le había hecho sentir...vulnerable. No estaba acostumbrado a dejarse llevar. Le gustaba controlarlo todo, saber exactamente qué estaba pasando en todo momento y por qué.
Se acarició el cuello instintivamente. Allí había permanecido durante días la señal de aquel beso, grabada a fuego en su piel. Todavía lo recordaba, con gran nitidez. Había sentido un extraño escalofrío recorriéndole el cuerpo, destruyendo su, ya débil, autocontrol. No recordaba haber pensado nada racional a partir de ese instante. Había actuado por puro instinto. De la misma manera que los sheks y los dragones trataban de matarse mutuamente. Por instinto.
Se acercó a uno de aquellos dragones artificiales sin que nadie se percatara de su presencia y rozó la falsa piel con las yemas de los dedos. Casi al instante, el odio instintivo afloró, y retiró la mano como si le hubiera dado un calambre. Estaba claro que el odio permanecía en su interior, pero se transformaba en aquella intensa y agradable sensación cuando estaba con Jack. Sólo entonces. Quizá hubiera sido mejor que el odio hubiese sido eliminado por completo. Seguramente aquel paseo le estuviera resultando mucho más agradable, si fuera así.
De repente aquel odio que permanecía latente, debido al olor que desprendía aquella máquina, fue sustituido por una conocida y embriagadora sensación de felicidad.
- ¿Ya habéis acabado de hablar de nosotros?
- Sí. Por fin se ha cansado de interrogarme y se ha dormido. ¿Y tú que haces? – preguntó Jack, bastante curioso.
- Comprobar que sigo teniendo ganas de destrozar estas...cosas. A falta de nada mejor.
Jack sonrió. Aparte de él, aquellos dragones artificiales eran el único vestigio de su raza. Pero también sonreía por el dragón en concreto, que Kirtash estaba examinando. Era el único dragón artificial de ese color.
- Curiosa elección.
- Digamos que me trae recuerdos. – justificó Kirtash.
Era un dragón dorado.

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