miércoles, 5 de septiembre de 2007

Un simple...capítulo 8

Capítulo 8: Sherim
Dedicado a Saku-sensei que me animó a hacer un nuevo personaje para hacer sufrir a nuestros niños.
- ¿Hay algo que no me hayas contado?
Kirtash se sentó en la cama y se masajeó las sienes tratando de recordar.
- Sherim es lo que llamarías un amigo de la infancia. – explicó Kirtash a media voz. Suspiró. – Y uno de los asesinos más letales a las órdenes de mi padre.
- ¿Amigo? No parece que os llevéis muy bien.
- En realidad más que amigo. Siendo niños no sabíamos distinguir. Pero teníamos un fuerte vínculo.
- ¿Y qué tengo yo que ver?
- Cuando nos separamos, antes de que fuera a la Tierra, hicimos...un pacto.
Jack le miraba con las cejas alzadas, interrogante.
- ¿De sangre? – aventuró, escrutando su expresión.
Kirtash esbozó una triste sonrisa.
- No. Los magos no necesitamos recurrir a eso. Pero es igual de inquebrantable, salvo por acuerdo mutuo.
- ¿Y en qué consiste? – preguntó Jack aunque sospechaba cuál iba a ser la respuesta.
- Sencillo. No nos “enamoraríamos” de nadie más. Antes de que preguntes, nos referíamos sólo a chicos. Está ejerciendo su derecho. – finalizó con expresión sombría.
- ¿Tú incumpliste el pacto y va a por mí?
- No sé si habrá una razón sentimental, pero el pacto nos afecta a nosotros como un arma de doble filo. Todo el daño que me haga a mí lo sufrirá él y viceversa. Matarme sería su suicidio.
- ¿Cómo estás tan seguro de que ha sido él?
- Recuerdo que no le gustaba luchar cara a cara. Prefería actuar en las sombras. Además siempre utilizaba métodos que no dejaran pruebas. – extendió el fino cable entre ambas manos. – Éste era su favorito. Y es muy difícil conseguir un material que siendo tan fino sea tan resistente. No es algo muy común, ni siquiera en Idhún.
- O sea, que tengo un asesino letal tras de mí que me atacará sólo cuando yo no pueda defenderme, por culpa de un pacto que hicisteis de niños.
- Es asunto mío y seré yo quien lo resuelva. – dijo Kirtash en tono cortante.
- Creo que también me incumbe a mí. – replicó Jack.
- No sé de lo que es capaz ahora. Y te recuerdo que no puede hacerme daño.
Sin embargo a ti sí y no voy a ponerte en peligro. – dijo, muy serio.
- De acuerdo. Pero ten cuidado de todos modos. No me da buena espina.
Sherim tardó unos cuantos días en hacer un nuevo acto de presencia.
Kirtash estaba siempre alerta vigilando a Jack como un silencioso guardaespaldas. Durante ese tiempo intentaba recordar todo aquello que sabía sobre Sherim. Tenía grabada en su mente la imagen de un niño de piel clara, pelo negro azabache y ojos de un intenso color miel. Recordaba vagamente alguna conversación, su carácter solitario y un tanto egoísta y sus técnicas sutiles pero siempre letales. Pero le escamaba el hecho de que hubiera aparecido justo en ese momento después de haber estado tantos años sin tener noticias suyas. Algo le decía que había alguien más aprovechando ese punto débil para acabar con Jack. Y sólo conocía a una persona que pudiera hacer eso. Su padre, Ashran, el Nigromante.
Era la única explicación. Había descubierto, inexplicablemente, su relación y pretendía acabar con ella. A toda costa.
Sentía la presencia de Sherim cerca, pero no se dejaba ver. Tal vez estuviera esperando el más mínimo despiste para acabar con el dragón. Que lo intentara. Tendría que pasar por encima de su cadáver.
Jack estaba muy intranquilo. No le hacía ninguna gracia ser el blanco de un asesino tan efectivo. Confiaba en Kirtash pero ni siquiera él podía estar siempre alerta. Además en el pasado había sentido algo por ese chico y cabía la posibilidad de que fuera incapaz de defenderle frente a él, además de que el daño iba a repercutir en su propio cuerpo. Fuera quien fuese sabía muy bien lo que hacía.
Trataba de comportarse con normalidad pero la preocupación se reflejaba en su rostro como en un libro abierto. No podía pedir ayuda ni desahogarse con nadie ya que tendría que descubrirlo todo y sería mucho peor. Era un asunto que les ocupaba únicamente a ellos tres.
Una noche, Kirtash se encontraba en las almenas de la fortaleza, disfrutando de la calma y la soledad que allí se respiraba. Era la única forma que tenía de soportar el agobio de estar encerrado con tantas personas en un sitio tan pequeño. Estaba apoyado en el muro aparentemente relajado pero con sus sentidos más afinados que nunca. Volvía a notar su presencia muy cerca de allí. Sus músculos se tensaron pero no cambió la postura.
Jack no se encontraba muy lejos. Podría alcanzarle fácilmente en muy poco tiempo.
Todo pasó muy rápido. Vio una sombra que corría veloz a escasa distancia de donde se encontraba. Apenas unos segundos después estaba de frente contra el muro acorralando con ayuda de Haiass a un joven de ojos ambarinos que le miraba algo asombrado.
- Has mejorado bastante. – dijo Sherim a media voz luciendo una sonrisa ligeramente burlona.
- ¿Qué haces aquí? – dijo Kirtash, fríamente.
- ¿No es evidente? Recuperar lo que es mío.
- Te equivocas, yo no pertenezco a nadie. – replicó, entrecerrando los ojos a modo de advertencia.
- Tú mismo lo dijiste. Precisamente pactamos para evitar pasar por esto, ¿recuerdas?
- Eso fue hace años. Quizá haber sabido algo de ti durante este tiempo me hubiera ayudado a mantener ese recuerdo.
- Yo tampoco he sabido nada de ti desde que te marchaste. Aunque por lo que veo no has cambiado tanto. Salvo por que te has convertido en un traidor a tu gente...y a mí.
Su mirada ambarina había cambiado. Reflejaba el enfado, el rencor acumulado a lo largo de los años.
Sin saber muy bien como, de repente, Kirtash quedó desarmado frente a Sherim. El chico había arrojado a Haiass por el muro de la fortaleza dejándola fuera de su alcance.
A la velocidad del rayo empujó a Kirtash contra el muro aferrándole las muñecas con ambas manos utilizando toda su fuerza que no era escasa. Estaba indefenso.
- ¡No recuerdas nada! – dijo Sherim con la voz desgarrada. – Ya no sientes nada por mí y ni siquiera eres capaz de recordar haberlo hecho. Déjame al menos que te refresque la memoria. – finalizó más tranquilo.
Y fundió sus bocas en un beso tan dulce como la miel que iluminaba sus ojos.

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