Capítulo 5: Reencuentro
Al fin, llegaron a Nurgon. La fortaleza estaba siendo rodeada por los árboles del bosque de Awa. No se divisaba ningún ejército en tierra. Pero el cielo estaba infestado de sheks.
La paz que había dominado el corazón de Jack hasta ese momento, se rompió, llenándole de nuevo aquel odio legendario que ya había olvidado.
Sus músculos estaban en tensión y sus ojos llameaban de ira.
Kirtash se dio cuenta justo a tiempo. Dejó con cuidado a Victoria tumbada en el suelo y se acercó a Jack por detrás, le rodeó suavemente con los brazos y le atrajo hacia sí, con calma, sin brusquedad. Sabía que era el único contacto que conseguiría calmarle lo suficiente como para que no se lanzara en un ataque suicida.
Jack se revolvió inquieto, tratando de separarse, sin éxito. Poco a poco sus músculos se relajaron y su mente se despejó. Apoyó la cabeza en el hombro de su compañero y cerró los ojos.
- ¿Mejor? – le susurró Kirtash al oído.
Jack asintió levemente con la cabeza.
- Gracias – murmuró.
- ¿Puedo soltarte?
Jack volvió a asentir. Sintió disminuir la presión alrededor de su cuerpo, lentamente.
- ¿Cómo vamos a entrar sin que nos detecten? – dijo, intentando mantener la calma.
- ¿Todavía tienes las capas de banalidad? – preguntó Kirtash, que seguía vigilante.
- Sí, pero sólo dos.
- Usa una tú. La otra la compartiré con Victoria. Su esencia es más difícil de detectar ahora y a ti te es más difícil pasar desapercibido.
Jack no las tenía todas consigo pero no había otra manera. Habría que arriesgarse.
Se cubrió con una de las capas y echó a andar. Le pesaba, le agobiaba sobremanera. Pero era necesario. Trataba de permanecer tranquilo, concentrándose en aquel inesperado abrazo que le había calmado.
Consiguieron llegar a la linde del bosque sin incidentes, gracias a un sobreesfuerzo de ambos. Allí les recibieron las hadas y los silfos guardianes de aquella muralla vegetal. No tardaron en reconocerlos, ya que podían ver su aura, aunque no les hizo ninguna gracia la presencia del shek. Les condujeron a través de los árboles hasta llegar a la pequeña franja de terreno despejado que se abría entre el bosque y la fortaleza. Allí era donde Tanawe y los demás fabricaban los dragones artificiales.
Kirtash dejó a Victoria en manos de los magos y curanderos que se habían acercado al conocer la noticia. Intercambió unas breves palabras con ellos y dejó que la llevaran dentro. Se volvió hacia Jack.
- Hasta luego, dragón. Tengo que cumplir con lo que te prometí.
Dicho esto desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
- ¡Jack, muchacho! ¡Al fin has vuelto! – dijo Alexander que había salido a recibirle. – Tranquilo. Victoria no está en peligro. Despertará en unos días. Me han dicho que ha sido una fuerte impresión, ¿no? ¿Qué le ha pasado?
- Nada grave. – respondió Jack esperando que su cara no le delatara.
“Sólo que nos pilló a Kirtash y a mí en pleno arrebato pasional.”
- Me parece increíble que ese medio shek y tú hayáis llegado hasta aquí sin pelearos a muerte.
- Supongo que teníamos que soportarnos por el bien de Victoria. – dijo Jack procurando sonar convincente.
“En realidad ha sido mucho más que soportable.”
Jack se alegraba mucho de volver a ver a Alexander. Pero no podía evitar sentirse un poco culpable. Alexander atribuyó su preocupación y mutismo al estado de Victoria, cuando en realidad le preocupaba irse de la lengua sin querer. Procuraba desviar la conversación de Kirtash y centrarla en otros temas menos comprometidos.
- ¿Por qué se ha extendido el bosque alrededor de la fortaleza? – preguntó, fingiendo un gran interés.
- El escudo de Awa es muy poderoso y los feéricos accedieron a extenderlo para cubrirnos y defendernos. Por cierto, ¿cómo conseguisteis burlar a los sheks?
- Usamos capas de banalidad.
- ¿Bastó con eso? Caramba, chico qué autocontrol.
- Sí... – sería mejor acabar la conversación. Estaba visto que aquello iba a ser un monotema bastante incómodo. – Alexander, estoy muy cansado. ¿Te importaría que habláramos en otro momento?
- Claro, supongo que habrá sido un viaje duro.
Jack se encerró en la primera habitación vacía que encontró y se tumbó en la cama, mental y físicamente agotado. Notó descender ligeramente la temperatura de la habitación pero no se molestó en volverse. Sabía de sobra quien había entrado.
- Creía que estarías dando una vuelta.
- Ahí fuera apesta a dragón. – replicó Kirtash en tono molesto.
Jack se echó a reír.
- Y aquí también.
- Te equivocas. Aquí huele a dragón.
- ¿Qué diferencia hay?
Kirtash no respondió. Simplemente se tumbó sobre él y le besó con cariño.
Jack notaba como la realidad se desvanecía a su alrededor, su mente se nublaba, sus sentidos se concentraban en el beso. Una parte de él deseaba dejarse llevar, pero no debía hacerlo. Se separó lentamente, a regañadientes.
- ¿Qué te pasa? – dijo Kirtash, separándose también.
- Ya no estamos solos. Cualquiera puede descubrirnos y yo así no puedo estar alerta. – respondió Jack, claramente decepcionado.
- Si lo sé, no te dejo venir. – dijo Kirtash pinchándole.
- ¿Qué mas quieres? – preguntó Jack es tono de reproche.
- Mejor que no lo sepas. – dijo para sí. - ¿Qué tal ha ido tu reencuentro?
- Alexander me ha estado interrogando sobre mi increíble autocontrol para soportarte. Sigue teniéndote el mismo aprecio que siempre.
- Me gustaría haberte besado delante de sus narices. – dijo el shek en tono desafiante. – Así sí que tendría motivos para odiarme.
- No lo dudes.
Kirtash se tumbó a su lado y apoyó la cabeza en su pecho.
- Aunque con esto me conformo. – murmuró.
Jack sonrió y extendió una mano para acariciarle el cabello castaño. La verdad es que estaba muy a gusto.
miércoles, 5 de septiembre de 2007
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