sábado, 9 de febrero de 2008

El secreto... Capítulo 5

Capítulo 5: Sueño consciente
Los rayos de luz caían sin piedad en el exterior donde los campesinos luchaban bajo un sol de justicia para hacer que la tierra entregara sus frutos, comprando su supervivencia con un trabajo agotador. No era extraño ver gente desplomarse súbitamente sobre la tierra reseca y permanecer ahí hasta que algún otro campesino lo advertía y le cargaba como buenamente podía hasta su casa, dejándole a cargo de su familia el tiempo suficiente como para que recobrara el sentido a la sombra de un techo. Y unos minutos más tarde salía a continuar con su labor para poder llevarse a la boca lo justo para tenerse en pie.
Esta escena se repetía invariablemente a lo largo de la jornada. Haren les observaba indiferente, con el mismo interés que un niño mira el ambiente febril de un hormiguero. La fría piedra de las paredes envolvía su habitación, en lo alto de la torre noreste, en un agradable frescor. No sentía ninguna lástima por ellos, no eran sus iguales.
Siempre le habían dicho que era su destino vivir así al igual que el suyo propio sería ingresar en un monasterio tarde o temprano. La sociedad estaba cortada por unos patrones muy estrictos y diferentes que debían mantenerse para que todo siguiera funcionando.
Nadie de su familia había salido del castillo en toda la mañana. Haren los encontró a todos en el salón principal concienzudamente atareados tratando de combatir el tedio de maneras diversas. Jerome y algunos de sus amigos jugaban a las cartas, en un ambiente de bromas y bravuconadas. El anfitrión saludó a su hermano cuando le vio a lo que respondió con una amable sonrisa aunque sin demasiada efusividad.
- Te está sentando bien tener otra mujer en casa. – comentó Jerome, con tono inocente.
La sonrisa de su hermano se borró al instante de su rostro. No era un comentario retorcido, ni buscaba hacer daño, su autor era demasiado simple y franco para ello pero saberlo no le confortaba aunque le impedía enfadarse con él.
Sanae estaba cerca de ellos, bordando el hilo que las criadas habían preparado con anterioridad, y sonrió al oír el comentario. No le faltaba razón, el humor de Haren había mejorado desde que le conoció manteniendo a su pesar, el halo de misterio que siempre le envolvía, atrayéndola como un agujero negro.
- ¿Qué hacéis? – preguntó Haren a su espalda asomando la cabeza sobre su hombro.
Ella extendió la tela ante sí retándole a adivinarlo mientras repasaba los dibujos bordados.
El joven la examinó unos instantes.
- Un vestido – afirmó sin un atisbo de duda – para vos – añadió.
La muchacha le miró sorprendida, cazada en su propia broma. La forma de la tela no era más que un simple esbozo de su aspecto final.
- Sí, se coser – susurró con una sonrisa ligeramente burlona. – Aunque esto no sería capaz de hacerlo ni en un millón de años – dijo siguiendo con los dedos las intrincadas líneas del dibujo, observándolas al detalle y finalmente negando con la cabeza. – Imposible.
- Entonces no seáis tan petulante – replicó la joven y volvió a su labor fingiendo ignorarle.
Haren se quedó callado contemplándola trabajar. La agilidad y seguridad de sus manos resultaba pasmosa, más aún para alguien que comprendía realmente la dificultad que entrañaba.
- ¿Queréis ayudarme? – pidió Sanae, medio en serio medio en broma.
El joven se encogió de hombros.
- Decidme qué he de hacer.
Ella le dio instrucciones para rematar el borde de una de las amplias mangas, le prestó hilo y aguja y cada uno se puso manos a la obra.
- ¿Qué haces hermanito? Eso es cosa de mujeres – dijo Jerome en tono de burla, coreado por las risas mal disimuladas de sus amigos.
- No decías lo mismo cuando me pedías que te zurciera la ropa – replicó el aludido.
Provocó una carcajada general, incluso su hermano participaba de ella, dándole la razón.
- He suplido las “tareas de mujeres” durante todo el año – le confió Haren a la chica – ahora lo echo de menos.
Sanae sonrió.
- Es entretenido – condescendió.
No se burlaba de él, le comprendía y le apoyaba. El joven había echado de menos la compañía de alguien como ella. Le tenía mucho afecto y, dadas las pocas luces de su hermano, trataba con ella con libertad de sentirse bajo sospecha. Claro estaba que entre ellos había un límite pero no era necesario romperlo para estar a gusto.
Haren terminó su tarea más rápido de lo que pretendía animado por la charla y el ambiente divertido que se respiraba. Sanae fue a supervisar las tareas de los sirvientes y el joven, sin ganas de incorporarse al juego de cartas, optó por ir al bosque.
No había nadie en las cuadras y ésta vez la suerte no le sonreía. Ninguno de los animales estaba preparado así que tendría que esperar a que Daniel se dignara a aparecer por allí. Se apoyó frente a la puerta del último caballo de la fila y resopló, frustrado, resignado a esperar. Un leve sonido atrajo su atención. Se inclinó para mirar tras la pared del último cubículo y lo vio.
El joven criado estaba tendido sobre un montón de heno, exhausto y profundamente dormido. El calor había hecho mella en él, lo que, unido al cansancio, le habían hecho desfallecer. Su primera intención fue despertarle pero en su lugar le observó con detenimiento sin saber muy bien por qué. El cabello rubio y húmedo sobre la frente, los ojos cerrados, los labios entreabiertos tomando el aire seco que le volvía la respiración más ronca y audible al compás del pecho que se movía lentamente bajo la fina y blanca tela de la camisa pegada a su cuerpo por el sudor. Haren lo contemplaba hechizado, olvidándose hasta de respirar para no interrumpir su sueño. Se veía tan vulnerable, tan diferente de su estado consciente, que casi no parecía el mismo chico rebelde y orgulloso con quien se cruzaba cada día, sino un espejismo capaz de desvanecerse en cualquier instante. En aquel momento de frágil armonía no había lugar para el miedo, las máscaras, las corazas o para la propia razón. En su lugar, la desunión con la realidad le hacía sentirse a él también sumido en un sueño, dentro del cual no importa lo que hagas pues sabes que vas a despertar.
Se acercó a él de forma inconsciente, arrodillándose a su lado sin dejar de mirarle, con todo el sigilo del que era capaz. Apoyó ambas manos sobre la paja a los lados del cuerpo inerte con los brazos estirados con el fin de no tocarle. Sin saber lo que hacía, acortó la distancia entre sus rostros, pero descartó la boca, las mejillas y la frente, obedeciendo a un reducto de su razón que los consideraba hogares de muestras de amor, y rozó con sus labios el cuello desnudo de Daniel, notando el regusto salado de su piel, al tiempo que cerraba los ojos. Sin llegar a estrellarse contra el muro de la realidad, con la boca pegada al oído de su confidente y aun sabiendo que no le escucharía, susurró unas palabras que bien podían situarse en el umbral entre su razón y la tierra natal de aquel espejismo.
- Ojalá pudiera enamorarme de ti.

4 comentarios:

Sara (S!) Ramos y Lau Pérez! dijo...

''Ojala pudiera enamorarme de ti''
Cursi.... NOOOOOOOHHH!!Que mosnada!! Ains que mono!!

Yo quiero un Dani de esos!! ¿Cuándo se ponen a la venta? XDDDD

Como siempre escrito de forma estupenda y si cabe ... mejor.

El siguiente capi.... YA.

¿Para cuando el sexo?? ¿¿ummm??

Sigue...

*Alex*_**Hacedora de historias**_ dijo...

(Esperando que me traigan la Máquina de Copiar Gente...)
Ojalá estuvieran en venta *¬*.
Sexo, sexo... mi batalla eterna (quién es la enferma?)el para cuándo depende de cómo desarrolle cierta escena, variando 3 o 4 capis. (En esta vida no se puede ser blanda ¬¬)

Anónimo dijo...

Me gusta mucho esta historia ^^ escribes realmente bien y he admirado tu manera de describir, explicar las cosas, etc. Estoy esperando a que subas un cap pronto *O* !Suerte! ^__^

Fanatix18 dijo...

POR QUÉ LO HAS DEJADO?!?!?
T.T Que horror, me quieres matar de un infarto?!?!
Estaba enganchadísima, tenía pensado pasarme todo el día leyendo tus historias
CUANTO SUFRIMIENTO!!